Tuesday, July 21, 2015

Perdonar es vivir...

Érase una vez, dos monjes zen que caminaban por el bosque de regreso a su monasterio.
En su camino debían de cruzar un río, en el que se encontraron llorando una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo.
– ¿Que sucede? – le preguntó el monje más anciano.
– Señor, mi madre se muere. Está sola en su casa, al otro lado del río y no puedo cruzar. Lo he intentado – siguió la mujer – pero me arrastra la corriente y nunca podré llegar al otro lado sin ayuda. Yo ya pensaba que no volvería a verla con vida, pero han aparecido ustedes y  me pueden ayudar a cruzar…
– Ojalá pudiéramos ayudarte – se lamentó el más joven. Pero el único modo posible sería cargarte sobre nuestros hombros a través del río y nuestros votos de castidad nos prohíben todo contacto con el sexo opuesto. Lo lamento, créame.
– Yo también lo siento- dijo la mujer llorando desconsolada.
El monje más viejo se puso de rodillas, y dijo a la mujer: – Sube.
La mujer no podía creerlo, pero inmediatamente cogió su hatillo de ropa y montó sobre los hombros del monje.
Monje y mujer cruzaron el río con bastante dificultad, seguido por el monje joven. Al llegar a la otra orilla, la mujer descendió y se acercó con la intención de besar las manos del anciano monje en señal de agradecimiento.
– Está bien, está bien- dijo el anciano retirando las manos. Por favor, sigue tu camino.
La mujer se inclinó con humildad y gratitud, tomo sus ropas y se apresuró por el camino del pueblo. Los monjes, sin decir palabra, continuaron su marcha al monasterio… aún tenían por delante diez horas de camino.
El monje joven estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro.
Un monje zen no debía tocar una mujer y el anciano no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros.
Al llegar al monasterio, mientras entraban, el monje joven se giró hacia el otro y le dijo:
– Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de lo sucedido. Está prohibido.
– ¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -dijo el anciano
– ¿Ya te has olvidado? Llevaste a esa hermosa mujer sobre tus hombros – dijo aún más enojado.
El viejo monje se río y luego le respondió: 
– Es cierto, yo la llevé. Pero la dejé en la orilla del río, muchas aldeas atrás. Sin embargo, parece que tú todavía estás cargando con ella…

            ¿Alguna vez te has preguntado que llevas cargando en tu corazón? ¿Alguna vez te has preguntado que es aquello que te perturba y no te deja vivir feliz? Sabes, muchas veces vamos caminando por la vida sin darnos cuenta que llevamos muchas heridas en el corazón y ni cuenta nos habíamos dado. A veces cargamos con tantas cosas del pasado, a veces cargamos con tanta culpa, resentimiento, odio, envidia, y rencor. Cargamos con tantas y tantas cosas tan grandes y pesadas, que dejamos a un lado tantas cosas buenas y positivas que hay en nuestra vida. Vivimos frustrados, cansados y amargados. Vivimos juzgando, criticando y maldiciendo a otros porque no hemos sido capaces de perdonar. Vivimos enfermos de odio y rencor y por consecuencia, vivimos enfermos del cuerpo y el espíritu. Perdonar no significa olvidar. Perdonar significa recordar sin dolor. El no perdonar es vivir constantemente lastimándonos a nosotros mismos. Es como si viviéramos constantemente flagelándonos. Nos lastimamos y lastimamos y hacemos de nuestra vida un eterno vía-crucis.
            La falta de perdón en la vida del ser humano en mi opinión es la causa de tantas muertes tempranas y tantos ataques del corazón que resultan letales. La falta de perdón en nuestras vidas nos esclaviza y nos encarcela e impide que podamos llamarle a la vida, vida. Vamos caminando como muertos vivientes en una mera supervivencia biológica que cada vez más y más nos mata por dentro. Dejemos a un lado nuestro ego lastimado y decidámonos a perdonar. El perdonar es liberar a un prisionero de una celda en la que ha durado encerrado por años y años. El perdonar es liberar a un prisionero que ha durado encerrado incluso por siglos, tal vez. El perdonar es liberarte a ti que eres ese prisionero.

            Yo no sé quién te ha lastimado, yo no sé quién te ha herido. Tal vez un chico o una chica de la que te enamoraste y no te correspondió. Tal vez te enamoraste de alguien y te engaño yéndose con alguien más. Tal vez te sientes lastimado o lastimada porque un ser querido a quien amabas tanto se adelantó en el camino y falleció. Tal vez tu papá o tu mamá te pegaron o te ofendieron cuando estabas pequeño/a. Cuantas veces anhelaste un beso, un abrazo o una caricia y nunca hubo alguien quien te escuchara. Tal vez te has sentido solo/a y sin ningún apoyo. Tus hijos crecieron y te han abandonado. Incluso tal vez hasta el cura de la parroquia te ha ofendido. ¿Alguien te golpeo? ¿Alguien hablo mal de ti? ¿Cuándo estabas pequeño/a nadie quería jugar contigo? Tal vez te sientes lastimado/a porque alguien abuso de ti tanto física como sexualmente. Tal vez alguien abuso de ti con palabras hirientes. Tal vez sientes que Dios se ha olvidado de ti. Tal vez sientes que no te escucha y que no te ama. Tal vez hasta pienses que Dios ni existe. No lo sé. Quizá sientes que eres tú quien se ha olvidado de él o quien lo ha traicionado. Muchas otras quisieras tenerlo enfrente para reclamarle, escupirle y echarle en cara tanas cosas malas que te han pasado. Pero respiras profundo y te das cuenta de cuanto te ama.

            Llevamos tantas heridas en nuestra vida y en nuestro corazón que se nos hace difícil perdonar o creer en el perdón. Necesitamos un abrazo de paz, y amor que nos haga olvidar cuanto dolor tenemos dentro. Yo te invito a que te pares frente a un espejo y te perdones primero a ti mismo o a ti misma. Reconcíliate contigo. Perdónate todos los errores que hayas cometido en el pasado y perdónate por todos los errores que cometerás en el futuro. Acéptate cómo eres, no desees el cuerpo ni la apariencia física de alguien más. Reconoce ya que eres perfecto o perfecta. No hay nadie más como tú en este mundo. Eres único/a. Eres especial. Eres la perfecta creación de Dios. Y si eres mujer, eres aún más superior y más perfecta. Amate, respétate, quiérete. Si te perdonas a ti mismo o ti misma sabrás que Dios vive dentro de ti.
            Si has hecho esto y te sientes preparado o preparada para dar el siguiente paso respira profundo y entra en ese estado de oración y tranquilidad. Dios siempre ha estado contigo. Nunca te ha soltado de su mano. Él quiere que le hables el día de hoy pero también quiere hablarte a ti en este día. Con gran paz, y con gran sinceridad entrégale a Dios todas esas cosas que no te están dejando vivir en paz y medita esta oración.
Señor mío, Dios mío.
Amado mío...
El día de hoy vengo necesitado de ti. El día de hoy vengo sediento de ti.
Quiero entregarte Señor todo aquello que me lastima y no me deja vivir en paz.
Quiero entregarte Señor mis errores y todas aquellas personas que me han lastimado.
Sé que yo personalmente muchas veces he caído y te he fallado pero tú también me has lastimado.
Muchas veces he sentido que me has abandonado y he dudado de tu amor y de tu existencia. Pero el día de hoy aquí me tienes rendido/a a tus pies.
Ya no puedo caminar. Mis fuerzas se han agotado.
Me siento solo/a, y lastimado/a. Me siento perdido/a.
Señor, ayúdame a perdonar. Ayúdame a empezar de nuevo. Sáname Señor.
Quiero amar como tú amas, y perdonar como tú perdonas.
Quiero ser libre como tu Espíritu es libre.
Señor, sé que no soy perfecto, mas sin embargo sé que el no serlo me hace serlo.
El día de hoy me entrego a ti por completo y me abro a tu gracia y bondad.
El día de hoy me entrego a tu amor.
Gracias Señor por ser mi amado, gracias Señor por siempre velar por mí.
Te amo Señor, lléname siempre de ti.
Amen.

Ahora deja que Dios te hable a tu corazón…

Mi niño/a, te amo tanto. He esperado este momento desde hace mucho.
Nunca me he separado de ti. Tú eres, mi más grande amor.
Sabes, estoy muy orgulloso de ti. El mundo no sería igual si tú no estuvieras aquí.
Perdóname si en veces no me he dejado sentir. Perdóname si en veces parece que me marchado. Quiero que sepas que siempre he estado contigo.
Quiero que sepas que nunca te he abandonado.
Mi niño/a hermoso/a, eres mi más grande amor. Te llevo tatuado/a en la palma de mi mano.
No hay nadie como tú. Eres especial, eres único/a. Eres mi príncipe/mi princesa.
Nunca olvides cuanto te amo. Nunca olvides que tan orgulloso estoy de ti.
Nunca olvides que vivo perdidamente enamorado de ti.

-          Tu Papá que te ama Individualmente más que a nadie en este mundo,

Dios

Wednesday, July 15, 2015

El llamado de un Papa

El 21 de Julio del año 2015, el sacerdote Mexicano Alejandro Solalinde acudió de visita a la Parroquia de San Marcos ubicada en El Paso, Texas. En su estancia, el Padre Solalinde celebro dos misas en las cuales nos dijo que como cristianos, nuestra tarea más importante era el cuidar y desarrollar nuestras relación con los demás. Él nos decía que debíamos dejarnos de tantos actos piadosos que como católicos tenemos y poner en práctica el evangelio de Jesús.

Esto me hizo pensar en que tan curioso es que nosotros como
católicos nos preocupamos tanto por cosas tan superficiales que nos olvidamos de cuidar y proteger a los más necesitados y oprimidos. Nos olvidamos de Dios por cosas de Dios, y nos encerramos en nuestro mundo y en nuestra burbujita de cristal. Preferimos llevar una fe vana y sin vida que una llena de la presencia de Dios. Rezamos, rezamos y rezamos pero a la hora de la hora somos como Herodes que no quiso ponerse en marcha para ir a adorar a Jesús, aquel rey que había nacido.


Preferimos que alguien más valla y lo adore y después queremos
que vengan y nos platiquen lo bonito que estuvo sin tener que mover nuestro trasero del asiento. Pero esto no debería de ser así. Como lo dice el Sacerdote Católico Monseñor Arturo Bañuelas, “el rosario todos lo sabemos rezar. Ahora toca dejarlo al lado por un ratito y ensuciarnos las manos ayudando a los más pobre y necesitados.


Miren, su Santidad el Papa Francisco recientemente termino su viaje por América Latina el cual había iniciado desde el pasado 6 de Julio del 2015 y que concluyó el 12 de Julio del mismo año. En este viaje, el Sumo Pontífice visito los países de Ecuador, Bolivia y Paraguay; Y como había de esperarse, el Papa no pudo ocultar su sonrisa y se mostró feliz de haber podido regresar a América Latina de donde es proveniente. A lo largo de toda la semana que duro su visita en el continente Americano, El Papa de los pobres como muchos le llaman, celebro numerosas misas, y dio múltiples discursos.
El Papa en su discurso inicial al llegar a Ecuador nos recordaba lo que les acabo de decir. Él decía: “Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la Iglesia y la Luna no tiene luz propia y si la Luna se esconde del Sol se vuelve oscura. El Sol es Jesucristo y si la Iglesia se aparta o se esconde de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio.” Muchos de nosotros creyentes nos hemos apartado de Dios y hemos dejado que la Luz de Cristo que nos envolvía se apague. Es por eso que tenemos nuevamente que convertirnos y dejarnos abrazar por ese Dios de amor que derrama sus bendiciones sobre nosotros y nos hace vibrar al llenarnos de amor y felicidad.
Dejemos a un lado tantas críticas y peleas, solo así nos podremos abrazar todos como hermanos y hermanas en el amor. Pero si no lo hacemos, si criticamos, si juzgamos, si peleamos, si nos alejamos de la luz, nos volvemos egoístas. Caemos en el mismo juego de tantas personas capitalistas que solo se preocupar por obtener dinero sin importar la explotación de tantas personas pobres y marginadas. Caemos como lo dice el Papa Francisco en el juego del descarte. Esclavizamos el corazón. “Porque todos sabemos que en el mundo hay tantos lazos que nos atan el corazón y no dejan que el corazón sea libre: la explotación, la falta de medios para sobrevivir, la drogadicción, la tristeza, todas esas cosas nos quitan la libertad.
El ir a la iglesia, el ir a misa, el rezar no sirve de nada si no ponemos en práctica lo que predicamos y escuchamos. No solo se trata de rezar, comulgar e ir a retiros si vivimos en una iglesia encerrados sin salir y sin predicar el evangelio a base de nuestras acciones. Hay tantas personas que mueren de hambre cada día. Y nuestras oraciones no les darán de comer. Hay tantas personas que dependiendo el tiempo mueren de frio o calor. Hay tantos hermanos y hermanas inmigrantes que tienen que escapar de su país natal enfrentándose a tantas adversidades que ni nos podemos imaginar pero los hacemos sentir como basura al llamarlos ilegales, esto sin darnos cuenta que todos somos uno solo. Todos formamos parte de la raza humana. Tal vez suena fuerte todo lo que les digo pero no soy el único que lo piensa. En su viaje a Paraguay el Papa dijo: “Por mas misa de los domingos, si no tenés un corazón solidario, si no sabes lo que pasa en tu pueblo, tu fe es muy débil o es enferma o está muerta. Es una fe sin Cristo, la fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, es una fe sin Dios, es una fe sin hermanos.








Si queremos vivir una fe sin hermanos, demos no cuenta que también somos unos huérfanos. Unos huérfanos, porque no tenemos madre. Ni madre, ni padre, ni seres queridos a quienes cuidar y proteger con el amor y trato afectivo que proviene de Dios. Es por eso que yo hoy con un fuerte grito interior me reto y nos retó a todos a que vivamos siempre en el amor. Lo he dicho antes pero lo vuelvo a repetir. Cualquier cosa que no sea amor no existe. Pero si eres una de esas personas que tiene un amor enfermizo dentro de sí, deja ya de ser tan egoísta y no discrimines más. No te quieras creer superior a alguien más pues puede ser que algún día necesites de ellos. Hay que darnos cuenta ya que no podemos seguir creando divisiones, ni rencores, ni guerras, ni peleas. No podemos seguir criticando, juzgando, oprimiendo, o aislando. No podemos discriminar, ni ser racistas, ni sexistas. No podemos pensar que nuestras acciones no afectan a otros cuando todos estamos íntimamente relacionados los unos con los otros.






Tenemos que vivir anhelando y luchando por un mundo unido. Un mundo donde cristianos, musulmanes, budistas, islámicos e hindús podamos todos juntos sentarnos a la mesa a comer como hermanos y hermanas del amor. Un mundo donde los inmigrantes, los pobres, los oprimidos, los aislados, los discriminados, los juzgados, los rechazados y tantas personas oprimidas y explotadas ocupen el lugar central de la sociedad junto con tantas y tantos niñas y niños abandonados y tantos ancianos olvidados. Tengamos todos uno anhelo de esperanza, un anhelo de paz, un anhelo de perdón, un anhelo de amar, un anhelo de unidad.
























En la homilía que dijo el Papa Francisco en Quito, Ecuador durante la santa misa dijo que “El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii Gaudium 9). De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, luchar por la inclusión a todos los niveles evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal, porque la paz es algo artesanal» (Evangelii Gaudium 244), es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica. Y esto a costilla de los más pobres, de los más excluidos de los más indefensos, de los que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días. Esta unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino evangelizar es atraer con nuestro testimonio a los alejados, es acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y en la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii Gaudium 113). Porque nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado. Con qué este llamamiento del Señor, con qué humildad y con qué respeto lo describe en el texto del Apocalipsis: “Mira, estoy a la puerta y llamo, si quieres abrir” No fuerza, no hace saltar la cerradura, simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera, ese es nuestro Dios.


           








Dios es un Dios de amor pero nosotros lo hemos distorsionado. Nos enfocamos más en que somos pecadores, malos, e inútiles que se nos olvida que somos llamados a ser sacerdotes, profetas y reyes. Se nos olvida que Dios nos adquirió de un linaje elegido al más alto precio. Se nos olvida que estamos llamados a la Santidad. Más aún se nos olvida que la santidad la llevamos dentro y solo hace falta manifestarla. Vivimos atrapados en una era del tiempo donde tenemos al dios de la inquisición, y no al Dios que es amor. Hemos distorsionado a Dios al mismo nivel que lo hemos hecho con nuestras vidas, las vidas de los demás, y el medio ambiente. El medio ambiente y a nuestro planeta la tierra también lo hemos descartado. Esto por unas cuantas personas que se creen dueñas de algo que no les pertenece. Se han adueñado de los animales, los bosques, el petróleo, y elementos naturales incluyendo metales y piedras preciosas. Hemos acabado con tantas especies de animales hermosos que antes caminabas en nuestro planeta y nos hemos olvidado nuevamente de lo que en verdad se nos encomendó hacer. Nuevamente el Papa Francisco en este viaje que hizo a América Latina nos dijo que “Ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar. No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, te doy la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos. Ahí lo tienes, es también tuyo. Es un regalo, es un don, es una oferta. No es algo adquirido, no es algo comprado. Nos precede y nos sucederá. Es un don dado por Dios para que con Él podamos hacerlo nuestro. Dios no quiere una creación para sí, para mirarse a sí mismo. Todo lo contrario. La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo ese nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida, siempre esconde esta invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre permanece. Pero notemos una peculiaridad. En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar, inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva. No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace «por el daño que provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en la tierra. Hemos crecido pensando tan solo que debíamos “cultivarla” que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados quizás a expoliarla... por eso entre los pobres más abandonados y maltratados, que hay hoy día en el mundo está nuestra oprimida y devastada tierra” (Laudato si’ 2).
           

Es hora de que nos levantemos y luchemos por lo que verdaderamente vale la pena. Cuidemos, amemos y respetemos nos los unos a los otros. Velemos por nuestra casa común que es la tierra y no nos cansemos de hacer el bien. Aun cuando te enojes, ten en cuenta que pronto pasara. Solo sonríe y da amor. La clave de todo es el amor.





Mis queridos y amados jóvenes. Compañeras y compañeros míos, seamos protagonistas. Nosotros somos los que podemos hacer el cambio en este mundo. Dios es quien nos sostiene. Dios es quien nos da la fortaleza de seguir luchando día con día. Dijo el Papa Francisco que “Conocer a Dios es fortaleza, o sea, conocer a Dios, acercarse a Jesús es esperanza y fortaleza; y eso es lo que necesitamos de los jóvenes hoy: jóvenes con esperanza y jóvenes con fortaleza, no queremos jóvenes debiluchos, jóvenes que están “ahí no más”, ni sí ni no, no queremos jóvenes que se cansen rápido y que vivan cansados, con cara de aburridos. Queremos jóvenes fuertes, queremos jóvenes con esperanza y con fortaleza ¿por qué? porque conocen a Jesús, porque conocen a Dios, porque tienen un corazón libre.






Jóvenes, hagamos lio. Dejemos ver que somos el presente del hoy y no el futuro de mañana y pongamos en práctica el lio que nos dice nuestro Papa.


¡Hagan lío! pero también ayuden a arreglar y organizar el lío que hacen. Las dos cosas ¿eh? Hagan lío y organícenlo bien. Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios a quien conocí es mi fortaleza. Ese es, debe ser, el lío que hagan.